Alimentación y desarrollo

PAOLO BIFANI

 

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La población subalimentada alcanza los 868 millones y unos 2.000 millones sufren alguna forma de deficiencia micronutritiva

El objetivo dos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptado por las Naciones Unidas es acabar con el hambre, alcanzar seguridad alimentaria y mejorar los niveles nutricionales promoviendo la agricultura sostenibleEl desafío proviene no solo de la necesidad de superar las deficiencias actuales, sino, además, del hecho de que en 2030 la población mundial habrá aumentado en 14%, o en 1.100 millones de habitantes alcanzando los 8.500 millones.

La revista Science señaló que uno de los mayores logros científico-tecnológicos del siglo pasado fue la capacidad de mantener, desde fines de la Segunda Guerra Mundial, tasas crecientes de producción de alimentos siempre superiores a la de expansión poblacional. Gran parte de ese logro se debe a los aumentos de productividad por área cultivada y por mano de obra empleada. Hasta la Segunda Guerra Mundial la productividad aumentó por mecanización, y por expansión del área agrícola. Con la maduración del ciclo de las innovaciones tecnológicas convencionales y la imposibilidad de seguir expandiendo la superficie agrícola, los incrementos de productividad se deben a innovaciones biológicas. La hibridación que empezó a utilizarse a mediados de la década de 1930 se impone entre 1945 y 1960 con la revolución verde, que difunde híbridos de maíz, trigo y arroz desarrollados en los centros del CGIAR (CIMMYT e IRRI). La revolución verde ha tenido también efectos negativos, como la concentración de la propiedad agraria y la de cultivos en pocas variedades, la pérdida de diversidad, una mayor vulnerabilidad frente a plagas y enfermedades e incrementos en el uso de agroquímicos.

Como toda innovación tecnológica, la revolución verde alcanza su madurez y las tasas de incremento de productividad se van paulatinamente reduciendo: de 3,2% en 1960 a 1,5% en el año 2000.

Desde finales de 1980, la biología molecular y la ingeniería genética son las que impulsan los aumentos de producción y productividad agrícola. Se trata de avances científicos controvertidos por la expansión de las variedades transgénicas. Desde el año 2000, la síntesis en biología molecular, y desde 2011-2012, el editing genómico, CRISPR/Cas9 abren nuevas perspectivas científicotecnológicas para la producción alimentaria.

Se conocen más de 50.000 plantas comestibles, pero solo 15 proveen el 90% de los alimentos consumidos; y 3 cereales, arroz, trigo y maíz, representan más de dos tercios de ese consumo, el suministro del 42,5% del total de calorías y más del 94% del consumo total de cereales. La producción mundial de arroz se ha más que triplicado entre 1961 y 2010, con un crecimiento anual promedio de 2,24%, compuesto por un aumento del 1,74% en rendimiento —51,1 kg/ha anuales en términos absolutos— gracias a nuevas variedades, y de un 0,49% por expansión del área cultivada. Pero, promediando la década de 1990, los incrementos de productividad son inferiores al crecimiento poblacional, lo que origina desequilibrios entre oferta y demanda y alzas de precios: entre 2001 y 2007 aumentaron un 67%. Las causas son diversas: el potencial de las variedades de alto rendimiento ha sido explotado, se desplazan los arrozales hacia tierras de menor calidad para hacer espacio a cultivos de mayor rentabilidad económica, aumenta el costo de insumos agroquímicos y hay una creciente resistencia a los mismos.

Cultivares de alto rendimiento y resistentes a las enfermedades permiten la creciente producción de trigo: en 1951 los rendimientos promedios eran de 1 t/ha, y en 1995 de 2,5 t/ha. En el mismo período, en India, se pasa de 1 t/ha a 2,1 t/ha; y en China, de 1,4 t/ha a 4,6 t/ha. Actualmente el rendimiento promedio mundial es de 3,3 t/ha, y en Nueva Zelanda es donde se da el más alto, de 9,1 t/ha, con máximos de hasta 15 t/ha.

En 2013 se producen 1.016 millones de toneladas de maíz. El 68% del área sembrada está en países en desarrollo que solo aportan el 46% de la producción mundial, reflejo de una acentuada brecha entre sus respectivas productividades: 8 t/ha en los países desarrollados e inferior a 3t/ha en los países en desarrollo. Las características agroecológicas y sociales particulares del maíz explican esta divergencia. Más del 90% del área sembrada con maíz en países desarrollados se encuentra en zonas templadas, mientras que solo el 25% está en países en desarrollo (Argentina y China). El maíz es muy sensible a limitantes naturales típicos de las zonas tropicales. Además, menos del 50% del área cultivada con maíz en los países en desarrollo lo está con variedades de alto rendimiento (HYV): en estas zonas los que cultivan maíz son pequeños propietarios que no pueden acceder a HYV, lo que en parte explica su baja productividad. La reducción de la brecha requiere de mecanismos efectivos de difusión del cambio tecnológico y la integración al mercado de las comunidades rurales, del campesinado pobre y de subsistencia.

Various vegetables and fruits on display in grocery store

La productividad promedio mundial del trigo y el arroz está cercana a la frontera tecnológica, por consiguiente, tiende a estabilizarse. No es el caso del maíz, que tiene dos peculiaridades: la primera es que es una planta de polinización abierta, y la segunda, que es una planta C4. Respecto a la primera peculiaridad, en el maíz, el material genético para su reproducción proviene del intercambio con las plantas vecinas. El arroz y el trigo se autopolinizan: son fertilizados por polen que proviene de la misma planta. Cuando el maíz se autopoliniza la progenie resultante tiene menores rendimientos y frutos de menor calidad. La polinización abierta facilita un proceso natural de hibridación que confiere a la planta heterosis o vigor híbrido, generando una progenie más vigorosa, más uniforme y de mayores rendimientos. Esto es conocido por las comunidades pobres. Así, en Chiapas, en una milpa se cultivaban hasta seis variedades diferentes de maíz. La I+D busca cultivares más eficientes, de mejor calidad, resistentes y tolerantes gracias a una fertilización cruzada sometida a un control cuidadoso.

Híbridos de mayores productividades para tierras tropicales y subtropicales, desarrollados en el CIMMYT, van de 5t/ha a 8-10t/ha respectivamente. Por desgracia, estas variedades están fuera del alcance del campesinado pobre.

En zonas tropicales y subtropicales el maíz enfrenta obstáculos abióticos y bióticos, tales como sequía, suelos ácidos y poco fértiles, pestes, enfermedades, insectos. La I+D apunta a reducir la vulnerabilidad del maíz a la sequía, que históricamente ha causado pérdidas de entre el 15 y el 60%, explorando, entre otras, dos posibilidades. La primera es la creación de variedades de maduración temprana del germoplasma, y por consiguiente del maíz, anticipándose a la sequía. Estas variedades están disponibles en México, Kenia y Colombia; lamentablemente, adolecen de una relativamente baja productividad. La segunda alternativa es identificar los genes responsables de la tolerancia a la sequía presentes en el sorgo, que es un C4 que comparte muchas de las propiedades del maíz, y activarlos en el germoplasma del maíz.

Una segunda peculiaridad del maíz es la de ser una planta C4, es decir, posee 4 moléculas de carbono, lo que permite una muy eficiente fotosíntesis, la sintetización de dióxido de carbono y agua en la fijación de carbono, que almacena energía solar en moléculas de carbohidratos. El arroz y el trigo son C3: solo tienen 3 moléculas de carbono y su fotosíntesis es relativamente ineficiente; además, gastan hasta un 25% de la energía en fototranspiración. La particular anatomía de las hojas de plantas C4 evita la fototranspiración, con lo cual la energía que se gastaría en ese proceso va a la formación de carbohidratos, lo que da como resultado una eficiente conversión de energía solar. Si el arroz fuera un C4 su productividad aumentaría en más del 50%. Este es el objetivo del proyecto Arroz C4 del IRRI, que recibe una contribución de 14 millones de dólares americanos de la Fundación Bill y Melinda Gates.

El intercropping y los sistemas agrícolas integrados son sostenibles, aumentan la oferta alimenticia y mejoran su calidad. El intercropping del maíz con fréjol, zapallo (típico de la milpa), garbanzos o guisantes, utilizado desde la antigüedad en comunidades pobres y de subsistencia, aumenta en un 25% los rendimientos del maíz. Las leguminosas fijan nitrógeno, y sembradas con trigo satisfacen entre el 20 y el 40% de sus necesidades de nitrógeno, lo que da como resultado un mayor rendimiento y contenido proteínico.

Los sistemas integrados de cultivos de arroz con peces son sostenibles y contribuyen a una dieta mejor, por un mayor abastecimiento de proteína animal, y al aumento del ingreso familiar en comunidades campesinas. Los peces mejoran la fertilidad del suelo por aportes de nitrógeno y potasio, y reducen pestes y enfermedades: comen insectos, larvas, caracoles, algas y malezas donde anidan mosquitos y otros insectos, y facilitan la aireación del agua y el control de las malezas acuáticas. Esta práctica agrícola, promovida como componente de los sistemas de control integrado de plagas, da como resultado un aumento del rendimiento del arroz de entre el 8 y el 15%. En Bangladés el 40% del pescado es consumido por el productor y el resto es vendido, generando así una fuente adicional de ingresos.

Las pérdidas postcosecha y durante el consumo se calculan en 1.300 millones de toneladas anuales, equivalentes a entre 30 y 50% de la producción total de alimentos. Las mayores pérdidas se dan durante el consumo en los países desarrollados: de 95 a 115 kg por persona y año, y son inherentes a un patrón de consumo despilfarrador. En el África subsahariana y el sudeste asiático son de 6 a 11 kg por persona y año. En los países en desarrollo las pérdidas tienen lugar en las faenas de postcosecha, almacenaje, transporte y distribución, y se deben a falta de prácticas y tecnologías de gestión del producto en la cadena de valor. Las pérdidas de alimentos tienen otras des-economías externas: por ejemplo, originan entre un 6 y un 10% de las emisiones antrópicas de gases de efecto invernadero, básicamente gas metano.

Los objetivos del desarrollo incluyen la mejora de la calidad nutricional. La población subalimentada alcanza los 868 millones y unos 2.000 millones sufren alguna forma de deficiencia micronutritiva; el 26% de los niños menores de 5 años sufren retardos de crecimiento, y un 31%, deficiencia de vitamina A.

La mejor alimentación suele ser función del aumento de los ingresos y la capacidad adquisitiva de la población. A medida que se incrementa el ingreso per cápita se sustituye el consumo de proteína vegetal por proteína animal. Entre 1960 y 2010, el consumo per cápita de leche en los países en desarrollo se ha duplicado, el de carne es más del triple y el de huevos se ha quintuplicado. Esto ha sido posible por la expansión de la producción pecuaria en la mayoría de los países, pero en particular en China y Brasil, y por el creciente uso de cereales como forraje, que absorbe entre el 33 y el 35% de la producción de cereal mundial.

Las nuevas variedades también contribuyen a mejorar la calidad nutricional: las de la revolución verde, además de mejores rendimientos, satisfacían mayores exigencias nutricionales. La biofortificación mediante hibridación enriquece con micronutrientes la calidad nutricional de las plantas. El CGIAR está difundiendo, entre otras, una variedad de patata dulce —Orange-Fleshed Sweet Potato (OFSP)— rica en vitamina A, resistente a enfermedades, tolerante a la sequía y a suelos ácidos. Variedades similares existen para la yuca, el maíz y otras, con elevado contenido de hierro, han sido divulgadas para el fréjol, el arroz, el trigo y el mijo. La variedad Opaque 2, del Quality Protein Maize (QPM), desarrollada en el CIMMYT, contiene dos veces más proteína que el maíz normal, aunque por desgracia su productividad es relativamente baja, y es vulnerable a pestes y pérdidas durante el almacenaje. Las mayores expectativas se centran en el Golden Rice, una variedad de arroz rica en vitamina A gracias a la inserción de dos genes, provenientes del narciso y de la bacteria erwinia uredovora, que biosintetizan el beta caroteno en la parte comestible de la planta. Este proyecto del IRRI cuenta con aportes financieros de las fundaciones Hellen Keller y Bill y Melinda Gates.

La producción de alimentos puede aumentar, diversificarse y mejorar por la incorporación de especies comestibles caídas en desuso. En India se utilizan para la alimentación cerca de 150 plantas, y 200 en Ghana. Se están reincorporando al consumo el amaranto, que había sido exterminado por los españoles, y la quinoa, la oca y el teff. Estos productos son apreciados en los países desarrollados gracias a su elevado contenido de proteínas y por ser gluten free. El amaranto, además, está siendo estudiado por ser resistente al round-up y al glifosato.

El logro del objetivo dos de Naciones Unidas no depende solamente de alternativas científico-tecnológicas, de la ampliación de la gama de los recursos utilizables o de los cambios en patrones de consumo. La materialización de esas posibilidades está supeditada a estructuras sociopolíticas y económicas.

El avance científico-tecnológico ha ido asociado a transformaciones profundas en la institucionalidad subyacente de la estructura económica y científicotecnológica. Hasta la revolución de la biología molecular y la ingeniería genética, la I+D agrícola y su difusión eran responsabilidad de instituciones públicas, universidades o centros gubernamentales. Las características de las innovaciones biotecnológicas permiten su apropiación, influyendo de forma determinante en los cambios de los sistemas de propiedad intelectual y su internacionalización. Al mismo tiempo, han motivado una revalorización del material genético o germoplasma presente en la naturaleza, generando un proceso de mercantilización y de apropiación privada de los recursos genéticos vía patentes o PBR. Históricamente, la apropiación libre e ilimitada caracteriza el tráfico de germoplasma y su transformación en bienes para beneficio privado. La biopiratería perpetúa durante siglos esta forma perversa de apropiación de germoplasma. La actual gran cantidad de reivindicaciones de patentes en biotecnología y el uso de licencias cruzadas han facilitado la acumulación de derechos de propiedad intelectual en un pequeño grupo de transnacionales que forman un poderoso genome-based oligopolio resultante de la concentración, mediante compras y fusiones, de firmas de semillas, químicas, farmacéuticas, agroalimentarias y biotecnológicas.

El logro del objetivo dos de Naciones Unidas está condicionado por la situación socioeconómica, el crecimiento económico, la superación de la pobreza y la distribución más equitativa de los ingresos. La población en extrema pobreza se ha reducido en un 50% entre 1999 y 2011, pero una de cada 5 personas en el mundo en desarrollo está aún por debajo de la línea de 1,90 dólares americanos al día. Las relaciones entre crecimiento económico, pobreza y desigualdad son extremadamente complejas. Hay una correlación negativa entre crecimiento del ingreso per cápita y pobreza: el aumento del ingreso per cápita solo disminuye la pobreza si no aumenta la desigualdad. La reducción de la desigualdad va, por lo general, asociada a la disminución de la pobreza. A su vez, el ritmo de reducción de la pobreza depende del nivel de desarrollo y de equidad existente. A mayor equidad se acelera el decrecimiento de la pobreza. Los estudios sobre elasticidad-ingreso de la pobreza revelan que, en promedio, un aumento del 1% del PIB per cápita debería reducir la pobreza per cápita en un 1,5%. El crecimiento económico, por acelerado que sea, es por sí solo insuficiente para reducir la pobreza. No solo debe evitar crear desigualdad, sino que además debe ir acompañado por políticas que la reduzcan y redistribuyan el ingreso. La estructura sectorial de la producción incide en la equidad, la redistribución del ingreso y, consecuentemente, en la pobreza: la expansión de actividades intensivas en mano de obra ha sido un factor importante en la reducción de la pobreza en los países del sudeste asiático, en particular si está acompañada de absorción de tecnología, aumentos de productividad y alzas en la tasa de salarios acordes con los incrementos de productividad. Por ejemplo, Vietnam, con un coeficiente de Gini de 0,30 y un 50% de su actividad en sectores intensivos en mano de obra, fuertes inversiones en educación, salud e infraestructura y una sólida social safety net,muestra logros impresionantes en la reducción de la pobreza, la malnutrición y el hambre. En cambio, países ricos en recursos naturales con actividades económicas dominantes en los sectores energéticos o mineros, altamente intensivos en capital, tienden a tener una relación mucho más débil entre crecimiento del PIB per cápita y reducción de la pobreza. En particular si esos sectores se materializan como enclaves con escasos spillovers tecnológicos hacia el resto de la economía.

En síntesis, alcanzar el objetivo dos de Naciones Unidas está supeditado al logro de los otros. Por otra parte, también estará condicionado por los efectos del cambio climático en la producción de alimentos. Su análisis supera las posibilidades de estas breves reflexiones.

BIOGRAFÍA

PAOLO BIFANI

Ha trabajado por la sostenibilidad medioambiental y el desarrollo desde diversas oficinas de la ONU, en particular las que se ocupan de medio ambiente, alimentación, comercio, desarrollo y propiedad intelectual. También ha sido consultor y asesor del Banco Interamericano de Desarrollo, de la Comisión de la Unión Europea y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Es autor de los libros Medio ambiente y desarrollo sostenible y La globalización: ¿otra caja de Pandora? Ha publicado múltiples artículos en revistas especializadas y es profesor en diversas universidades de España, Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica y México. Ha impartido cursos en la UNAM, la Universidad de Guadalajara y el ITESO. También es profesor en los cursos de la CEPAL y el Banco Mundial sobre comercio internacional y desarrollo.

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Referencias

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2030/2050 FAO, Roma.

FAO, The State of Food and Agriculture, issues from 2000 to 2015, FAO,
Roma.

FAO, Global Food Losses and Food Waste, FAO, Roma.

FAO, The State of Food Insecurity in the World, issues from 2000 to
2015, FAO, Roma, 2012.

Bifani, P., Economic and trade implications of the Nagoya Protocol on
Access to genetic Resources and the fair equitable sharing of benefits
arising from their utilization, UNCTAD, Ginebra, 2015.

Pingali, P. L., ed., 1999/2000 World maize facts and trends. Meeting
World Maize Needs: Technological opportunities and priorities for the
public sector, CIMMYT, México, 2001.

IRRI, The C4 Rice Project, IRRI, Manila, 2015

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